EL PATITO FEO
Había una vez un pequeño patito que nació en un corral lleno de otros patos. Desde el primer día, este patito sintió que no encajaba del todo. Mientras los demás patitos nadaban, jugaban y se movían con soltura, él se sentía torpe, descoordinado, y constantemente se decía a sí mismo que no era lo suficientemente bueno.
LA HISTORIA DEL PATITO QUE SE SENTÍA DIFERENTE
“¿Por qué no puedo hacer las cosas como los demás?”, se preguntaba con tristeza. A pesar de todos sus esfuerzos, parecía que siempre había algo en él que estaba mal. Su andar no era como el de los otros patitos, sus plumas no eran iguales, y no lograba seguir el ritmo del grupo.
El pequeño patito estaba convencido de que, si se esforzaba lo suficiente, algún día los demás lo aceptarían. Quería ser perfecto, no solo para sí mismo, sino también para agradar a los otros patos. Pero, cuanto más intentaba cambiar y adaptarse, más sentía que fallaba. Temía que si mostraba lo que realmente era o cómo se sentía, lo rechazarían aún más.
Los otros patos, sin saber lo que pasaba por la mente del pequeño, a menudo lo criticaban: “Tus plumas son extrañas”, “No nadas como nosotros”, “Eres demasiado callado”. Y aunque sus comentarios lo herían profundamente, el patito nunca decía nada. Reprimía sus sentimientos, pensando que si expresaba su dolor, sería peor.
Con el tiempo, el patito comenzó a alejarse de los demás. Se sentía solo y convencido de que nunca sería lo suficientemente bueno para encajar. Siempre trataba de cumplir con las expectativas de los demás, pero cada intento lo hacía sentirse más fuera de lugar.
Intrigado, se acercó más al agua, y cuando bajó la cabeza para ver su reflejo en la superficie, se quedó sin palabras. Lo que vio no era el patito torpe y diferente que siempre había pensado que era.
Un día, el patito, cansado de sentirse diferente, decidió caminar lejos del corral. Llegó hasta un lago donde vio un grupo de aves elegantes y majestuosas. Se sintió atraído por su belleza y gracia. Observó cómo se movían con una naturalidad y confianza que él nunca había sentido.
Al mirarse detenidamente, se dio cuenta de que no era como los otros patos porque nunca había sido un pato. Todo este tiempo, había sido una de esas aves majestuosas que tanto admiraba. Sus plumas largas y blancas, su cuello elegante, todo cobraba sentido. Era una de ellas.
En ese momento, comprendió que su valor no residía en parecerse a los demás, sino en aceptarse tal y como era. No tenía que cambiar ni adaptarse para ser aceptado; solo necesitaba reconocerse y conectar con su verdadera esencia. Todos esos años de autocrítica y represión de sus emociones fueron el resultado de no entender quién era realmente.
Y tú ¿quieres descubrir quién eres?
Con una nueva confianza, el patito, ahora consciente de su verdadera identidad, dejó de intentar encajar en un mundo que no era el suyo. Finalmente, pudo expresarse desde su autenticidad, sin miedo al juicio ni al rechazo.
¿CÓMO SUENA TU HISTORIA? ¿ME LA CUENTAS?
Desde ese día, dejó atrás el corral y comenzó a nadar libremente en el lago, junto a las demás aves que siempre le habían inspirado. Ya no se sentía diferente ni incompleto. Había encontrado su lugar, y lo más importante, había descubierto su verdadera identidad.
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Tilda